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Apego y Regulación Emocional




En esta presentación, más que sostener un punto de vista teórico sobre el apego o la disciplina psicoanalítica, quisiera compartir con ustedes observaciones desde mi experiencia de más de 50 años en el ejercicio de la psicoterapia psicoanalítica, tanto desde el lugar de paciente en proceso de elaboración de una pérdida, como en el de terapeuta explorando y aprendiendo en la cotidiana tarea de ayudar a otros a lograr soluciones a sus desequilibrios y desajustes en el reto adaptativo que nos presenta la vida, en particular en lo que atañe a las relaciones con uno mismo y con los demás. Terreno éste último en el que los pacientes nos han ido presentando con cada vez mayor frecuencia trastornos relacionados con fallas en la relación de apego temprano, aquello que deriva en lo que se ha tenido en llamar “patologías de carencia”.

Los problemas que nos suelen traer los pacientes ya no son los mismos que hace 50 años; tampoco lo son las circunstancias en que vivimos. Los procesos de cambio en la ciencia y en la tecnología, por un lado, y los tentáculos de una sociedad de consumo que ha cambiado los paradigmas de nuestro tramado social, por el otro, han puesto en jaque nuestros recursos adaptativos. Hay una crisis de valores que menoscaba severamente la solidez de nuestros modelos de organización personal y la resultante suele ser la construcción de un falso self adaptativo antes que el funcionamiento desde un verdadero self coherente y cohesivo. En lenguaje sencillo, observamos que, cada vez más, es suficiente con “parecer” y no con “ser”.

La función materna, eje del indispensable apego temprano, está socavada por las exigencias de la necesidad de producir dinero o generar recaudos materiales, perdiendo de vista la expresión de un mandato biológico que determinará el desarrollo de las capacidades emocionales del hijo. Es la madre quien está en una condición especial para iniciar el ínterjuego relacional de estímulos y respuestas preverbales, que irán nutriendo el registro de las memorias procedimentales, que son la esencia para la interacción ulterior con el mundo, para enfrentar los retos adaptativos que la vida nos presenta, comenzando por el reto de autosostenernos y diferenciarnos, siendo capaces de “leernos” a nosotros mismos, tanto como de poder entender al semejante como alguien diferente.

El apego temprano está enmarcado en una situación de sobrevivencia en la que el bebé depende absolutamente de su entorno. Las fallas o ausencias del cuidador, que suele ser la madre, movilizan en el bebé profundas angustias de muerte, desamparo o abandono, con resultantes que fueron observadas en los años cuarenta por René Spitz, quien acuñó el término “depresión anaclítica” para referirse a la carencia afectiva subsecuente a la separación materna. Si ésta supera los cinco meses, señala Spitz, empieza a producirse un deterioro que posteriormente puede llegar a una afectación psicosomática irreversible, a la pérdida de vivacidad relacional e incluso a la muerte, pese a contar con una atención esencial básica nutricional. Concluye que se trata de una reacción a la ausencia de la madre y al afecto insuficiente por parte del personal de los orfanatos en donde desarrolla dichas observaciones.